Javier Hidalgo: gentleman del viejo Betis
El veterano jinete prepara el próximo ciclo de Carreras de Sanlúcar de Barrameda (3, 4 y 5 de agosto) con Boristocracy, un irlandés que galopa a 70 por hora sobre la orilla del Guadalquivir
Javier Hidalgo de Argüeso (Sanlúcar, Cádiz, 65 años) parece un lord y un jockey a la vez. Es la sexta generación de una familia bodeguera que exporta La Gitana, la manzanilla que cría en los pagos fértiles de Balbaina y Miraflores, habla inglés victoriano, pesa 56 kilos y su licencia para correr potrancos es la A052, el carnet de gentleman (jockey no profesional) más antiguo de los vigentes en España y, probablemente, en Europa. Asegura que la gente acude a Ascot a ver señoras con sombreros rimbombantes pero aquí «se viene a ver el paisaje de este hipódromo, que es distinto a todos». «Hay barcas y gente en bañador. Y mujeres con bikinis reducidos que merece la pena mirar. Yo alguna vez me giro cuando estoy galopando».
– ¿Se considera una rareza en su generación?
– Yo debería estar gordo. Mi trabajo consiste en comer y beber. Galopar caballos de carreras me permite estar así.
– ¿Por eso lo hace?
– Y porque me divierto, ¿te parece poco?
Los trajes de baño son a las carreras de Sanlúcar lo que los tocados al país del thoroughbred y es así desde que se celebraron por primera vez en 1845. Se ha admitido que el origen de este vibrante espectáculo estuvo en las competiciones informales que organizaban los dueños de los caballos que se usaban para transportar el pescado desde Bajo de Guía hasta los mercados locales y las poblaciones cercanas, pero otras voces animan a mirar fuera de la costa, offshore: «Lo del pescado es una posibilidad porque existía un mercado y había una economía alrededor de la pesca pero no hay que descartar la influencia británica de la época en esta zona como parte del origen de nuestras carreras porque surgieron a la vez que otros deportes ingleses», señala Hidalgo.
Carreras de Sanlúcar se legalizan
Sin embargo, no fueron los bikinis ni el pescado lo que llevó a los comisarios de la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar a homologar este hipódromo e incluirlo en el catálogo de las apuestas como uno más en el circuito nacional del turf, donde están San Sebastián, Madrid, Sevilla y Mijas. El suelo de la playa es idóneo para una galopada de un minuto y medio. Compacto y previsible. Permite distancias de hasta 2.000 metros y tiene una punta de arena fabulosa que adopta la función de curva. Y está vivo. Los 81 caballos inscritos solo pueden galopar cómodos cuando el nivel del mar descubre la parte más baja de la orilla del Guadalquivir, lo que sucede con unas pocas mareas de agosto. En este 2017, el primer ciclo coincide en los días 3, 4 y 5. Y el segundo, durante el 17, 18 y 19: «No es un hipódromo más. Está declarado de Interés Turístico Internacional. Aquí no ves un palo detrás de otro como en los convencionales. Aquí lo que ves es Doñana».
– ¿Fino o manzanilla?
– Manzanilla, por supuesto.
– ¿No son lo mismo?
– ¡Jaja! No. Claro que no. La manzanilla es como el agua mineral blanda. Única.
– Como los langostinos…
– Sanlúcar tiene tres productos únicos e inimitables: las carreras, la manzanilla y, efectivamente, los langostinos.
Hidalgo es un gentleman tardío. Hace más de treinta años que galopó por primera vez en un caballo de carreras y ahora es el jinete más carroza del catálogo. «O más viejo. Escríbelo como quieras», remarca. No son los años los que pesan sino los obstáculos que encuentra este espectáculo en una pista que debería ser lisa. La industria del turf no sale del galope de calentamiento, del canter. No aprieta. «Y no lo va a hacer mientras el Estado mantenga cautivo el sistema actual de apuestas. Este deporte es muy dependiente de la apuesta y en España no se puede jugar online. Tienes que ir al hipódromo. Y mientras el público no pueda apostar libremente a un caballo o una combinación ganadora no habrá industria. Más apuestas, más afición, más carreras, más potros que nacen en España. Esa es la cadena», concluye el jinete de Sanlúcar.