Olivia Scully, 85 años: «Yo soy anterior a Monty Roberts»
La criadora inglesa ha dedicado parte de su vida a fomentar el deporte ecuestre en Andalucía. En la actualidad, sigue montando en Puerto Real (Cádiz) los caballos de deporte que exporta a Europa y Estados Unidos
El potro estaba en una pradera muy verde jugando con la rama de un árbol. No sabía cuáles eran las reglas del juego, así que decidió girar sobre ella en 360º como alma que lleva el diablo. «Spirit tenía sangre. Era un gran caballo. Guapo y fuerte. Todos sus hijos han sido iguales o mejores». El alazán llegó de Irlanda para cimentar la base de la ganadería que Olivia Scully empezó a crear en Cortijo de Guerra (Puerto Real, Cádiz) a finales de los años setenta con sangre de por aquí y por allá. Hoy es una de las ganaderías de deporte más sólidas de Andalucía: «Mis caballos no tienen una raza pura. Son mis caballos. Eso sí, todos tienen carácter y fuerza», destaca la octogenaria deportista.
¿Y dice que no sabía domar caballos cuando llegó a Puerto Real en 1958? Había leído mucho sobre ello pero no había adiestrado a un potro en mi vida. Nací y crecí en Inglaterra y aprendí a montar sin montura ni brida en los ponis del norte de Gales. Cuando llegué a Cádiz con mi marido, que era agricultor, conocí a las familias ecuestres más importantes de la zona y sus caballos de doma vaquera y rejoneo. Todo aquello me pareció muy chocante porque tenían una forma de relacionarse con los caballos muy distante. Yo quería acercarme a ellos cuando los conocía, que vinieran a mí porque es mi manera natural de comunicarme con los caballos, pero la reacción aquí era apartarlos. Mi filosofía era muy opuesta a la local.
Habla en pasado. ¿Lo hacemos mejor ahora? En esa época comenzó a producirse un cambio de actitud. Aquí en el Cortijo de Guerra empezamos a organizar los primeros concursos de completo de equitación de Andalucía. Eran muy primitivos. Usábamos puertas viejas y bidones para diseñar el cross e invitamos a todos los amigos. Yo retaba a los jinetes de doma vaquera y de rejoneo para que participaran con esos caballos y lo hicieron. Montaban con un filete, nada de hierros grandes y monturas vaqueras, y llegaron a correr más que los jinetes militares. Nos preguntaban qué hacíamos para ser más rápidos que ellos y yo les decía: ¡kick on, kick on! Tuvimos que poner una ambulancia junto a un bancal del cross porque era desafiante. Una vez se cayó un caballo dentro de la zanja y no quería salir de allí. ¡Se debía sentir más seguro!
¿Ese era el secreto, dar patadas? El secreto es que la potencia del caballo hay que usarla para que se diviertan los dos: el caballo y el jinete. De nada vale lo contrario.
Usted defiende una relación basada en la confianza, en el liderazgo, como hacían los indios apaches y popularizó Monty Roberts, el estadounidense que susurra a los caballos… Yo soy anterior a Monty Roberts. No es ninguna técnica. Es simplemente tener un poco de tacto. Me sale natural.
Ha convertido su Cortijo de Guerra en el cuartel general del concurso completo de equitación en Andalucía, una disciplina costosa en una provincia con pocos recursos económicos, ¿cómo lo ha conseguido? Todavía se puede hacer mejor pero hace falta que la Real Federación Hípica Española se preocupe más de la base de la equitación y no tanto de una élite. Eso es snob y no me gusta. La distribución de los recursos federativos debe ser piramidal porque es en la base donde está la mayoría de los jinetes y no al revés. En España, los técnicos están más preocupados por los Juegos Olímpicos y ahí llegan muy pocos jinetes.
¿Quiere decir que todos los éxitos conseguidos en esta modalidad se han conseguido a pulmón, sin ayuda federativa? Con inspiración y con ideas. Para tener éxito tienes que ser popular, no elitista.
¿Y qué propone? Lo que se hace en otros países. Fomentar la base, la escuela. Ahí todo es aprovechable. Cualquier caballo puede servir para aprender. Los caballos españoles que el ganadero no quiere para criar son animales fuertes y seguros para los niños porque tienen un carácter excepcional. Pero no suelen llegar a la base. Hice un proyecto hace años para fomentar el desarrollo del poniclub y lo presenté a la Federación Española y a la territorial pero cayó como una pelota de plomo. No se hizo nada.