La historia terca de la mula andaluza
La mula se asocia para no caer en la extinción ante el auge de la mula francesa, más grande y fácil de manejar
La primera crónica conocida sobre mulas es muy loca. Está recogida en el pasaje 22 de la Biblia y sucedió al este del Jordán, cerca de la sitiada Moab. Hacia la tierra de Canaán iba Balaam -que había sido convocado por el rey Balac para maldecir al pueblo de Israel- cuando el jaco se plantó. El sabio, muy enojado, le arreó con el palo en el costado para que siguiera marchando pero la mula no se levantó. Confundida y decepcionada, giró la cabeza y… ¡habló!: «¿Qué te he hecho yo para que me golpees?», reprochó al garrulo. «¡Has hecho que parezca un tonto. Si tuviera una espada te mataría!», respondió sin asombrarse de estar hablando con una yegua. Entonces apareció un ángel para anunciar que la voz de la mula era suya, que fue el querubín quien apartó al animal del camino y que la otra opción era matarlo a él por maldecir a los hijos de Dios.
Hacer grande América, por Washington
El siguiente es un asunto insólito. Un burro español sin libido. Royal Gift no se estimulaba con hembra alguna cuando llegó a Estados Unidos en 1785, era tozudo y lento para tener sexo con parientas lejanas. «¡Demasiada sangre real para ser una raza plebeya!», concluyó el presidente George Washington, quien había recibido entusiasta al burro semanas antes en el puerto de Massachusetts como obsequio del rey de España Carlos III. El pollino -que tardó meses en recuperarse del mareo de tierra- retenía en su naturaleza el despegue económico de la inmensa América.
Washington fue agricultor antes que presidente, un perfil adecuado para desarrollar el plan bestial: cruzar los mejores borricos españoles, una raza superior, con las mejores yeguas para dar como resultado las mulas más rústicas de la diversidad. Animales estériles y poco glotones especializados en trabajar, revolucionarias y económicas máquinas de arar que removieron la tierra de este a oeste durante los siguientes años. «Un buen jack español será un beneficio para la agricultura del país». Y lo fue.

La mula americana de origen español se popularizó por todo el país arraigando de forma significativa en el estado de Virginia hasta que Henry Ford perfeccionó los caballos de vapor y la cadena de montaje de los vehículos autopropulsados. Ninguno de los tóxicos enemigos de la mula yanki han acabado con ella. En la actualidad es el ganadero el que tira de la mula seleccionando los individuos de sangre caliente que llegarán a saltar y bailar en el campeonato del mundo de su categoría con la ayuda de la fusta de siempre. (Vea abajo la demostración en los archivos del centro ganadero LTR, en Virginia).
Y la última, la crónica terca. Todos los epítetos que adornan a la especie mular remarcan el empecinamiento, la obcecación y la machaconería como si eso fuera malo. Para el primer presidente de Estados Unidos la tozudez del asno se debe a su inteligencia y sensibilidad. El refranero español termina llegando a la misma conclusión insistiendo como la misma mula. Algunos ejemplos: La mula y la mujer son malos de conocer, No te fíes de mujer ni de mula de alquiler o Ni mula con tacha ni mujer sin raza. Y uno más: Una buena cabra, una buena mula y una buena mujer, son muy malas bestias las tres. «Hay que acabar con este tópico, es un trato injusto y despectivo. La mula y el mulo son animales curiosos y sensibles que han combinado la inteligencia de la yegua y la resistencia del burro sacrificando belleza y brío y han hecho evolucionar a la humanidad hasta la actualidad». Alejandro Serna es el presidente de la plataforma La Mula Española, un proyecto que pretende convertir a la raza en patrimonio de la humanidad antes de que acabe en extinción. «Ese es el objetivo final. La mula española (o andaluza) carece de censo y movimiento colectivo ganadero. Tampoco tiene programas de cría que seleccionen a los mejores animales. Tenemos que reinventarla, dignificarla, acercarla al deporte. Hay mucho camino por andar y lo haremos con una montaña de fe».
La Andalucía rural tiene censadas entre diez y veinte mil bestias que se reparten por la región, nada comparable con el trienio de expansión, la guerra civil, cuando eran cerca de 400 mil (384.000), según el censo oficial de la Junta. Todas eran del sur. La mula andaluza trata ahora de defenderse del asedio francés. Antonio Jiménez -conocido en Los Palacios (Sevilla) como ‘Ratón’- es uno de los pocos ganaderos que conserva la especie en una comarca en la que la demanda de la mula francesa no para de crecer. «Sevilla es posiblemente la provincia con el censo más alto, por delante de Málaga o Huelva y Cádiz. Se demanda mucho la hispano bretona entre los jóvenes para engancharlas en ferias y romerías porque es más grande y fácil de domar. La andaluza la criamos muy pocos, tiene que venir del cruce de un burro y una yegua andaluza, que tiene la sangre más caliente, y resultan mulas más difíciles de domar, más tercas. Hay que echarle más tiempo», dice el experto, que también mira al futuro de la raza con incertidumbre.
Los pocos ejemplares que insisten en resistir como raza siguen cargando con kilos de aceitunas de olivares enclavados en zonas insospechadas de la sierra malagueña, bajando el corcho de las inaccesibles dehesas gaditanas, la madera por escarpadas laderas granadinas y acarreando feriantes y romeros jocosos por unas arenas en las que, por su terquedad y la de otros, también se hunden ellas.
El híbrido estéril
La mula o el mulo es un animal híbrido y estéril que resulta del cruce de un burro y una yegua. No se debe confundir con burdégano, que es el hijo de un caballo y una burra. En el caso de los machos, la reproducción es imposible debido a un problema en la glándula seminal que lo hace estéril. No es el caso de la hembra, que aunque podria engendrar porque tiene completo el aparato reproductor, no lo consigue porque la recombinación genética restó calidad a los óvulos. Tiene 63 cromosomas, uno menos que el caballo y dos menos que el burro.
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