El hábitat del camaleón ha cambiado de color
El desarrollo urbanístico costero y la translocalización desplazaron a la persistente especie a zonas más alejadas de la Bahía de Cádiz, como las áreas naturales de La Breña y Doñana
La mayor parte del área de distribución histórica del camaleón común (Chamaeleo chamaeleon), a diferencia de lo que sucede en el norte de África, ha sido sometida a un fuerte impacto humano.
Las abundantes poblaciones que se insolaban en el siglo XIX en las playas de la Bahía de Cádiz, Málaga, Murcia y Almería y el Algarve portugués comenzaron a retroceder desde finales del XX cuando los pagos y huertos que habitaban se convirtieron en urbanizaciones de veraneo.
Los que no consiguieron retranquear los linderos de sus retamares acabaron atropellados o sin espacio donde desovar. No es raro ver a los veraneantes llevar consigo algún ejemplar cuando vuelven a sus localidades, lo que los convierte en un vector efectivo de dispersión de la especie. Se han arrastrado en la prueba del cigarro, que consiste en exhalar el humo en la cara del reptil hasta que cae desmayado; han acabado atados a un árbol como armas biológicas, como mascotas de jardín o liberados en nuevos territorios para el control de plagas.
En cambio, nuevas poblaciones de camaleones han florecido en las últimas décadas en áreas del territorio donde no habían existido. La gran fecundidad de una hembra grávida (puede poner entre 4 y 45 huevos en una puesta, según la edad y el tamaño del individuo) hace posible que la translocalización de un solo individuo pueda conformar un núcleo de población, teoría que podría explicar la existencia de camaleones en las provincias de Granada y Almería y nuevas ubicaciones en El Rocío (Huelva) y Cádiz, como los alrededores de Caños de Meca y Barbate, el acantilado y el parque natural de La Breña.
El origen de estos nuevos grupos no está claro pero a lo largo del tiempo, los agricultores han considerado beneficiosa la presencia de camaleones en los huertos por lo que, estudiosos como Mariano Cuadrado, del Zoo Botánico de Jerez, no descartan la translocalización como el origen de las nuevas familias. Se sabe que los instalados en el sur de Doñana llegaron introducidos desde el pago de Rompeserones, a la otra orilla del río Guadalquivir, según apunta Carmen Díaz Paniagua en un estudio actual sobre el camaleón.
En el periodo estival de 1997, la Agencia de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía confiscó alrededor de 400 ejemplares. En esas fechas se requisaron individuos en puntos alejados del área de distribución histórica, como Valencia, Alicante y Mallorca, Madrid, Zaragoza y A Coruña.
A pesar de la intensa presión humana, la translocalización y la pérdida de hábitat, la persistencia de la especie ha llevado a los habitantes a considerarla animal autóctono, aunque esta teoría genera controversia, pues no se han encontrado halotipos ibéricos característicos que diferencien el camaleón común de Marruecos con el existente en el litoral andaluz y portugués. Tal vez por ello, en la actualidad y desde 1973, el camaleón común es una especie que, aunque no está en peligro de extinción por la progresiva dispersión de las poblaciones, está protegido por la ley española, como el resto de reptiles del territorio.
Los colores del camaleón
Un camaleón común puede llegar a medir hasta 130 milímetros de longitud, recorrer 50 o 60 metros diarios en busca de pareja o comida, cazar al acecho tres o cuatro saltamontes al día (también le gusta saborear nutritivas moscas, libélulas y grillos) con la ayuda de una lengua que acelera más rápido que un Ferrari e incluso desovar hasta 45 huevos en una sola puesta. Pero nunca cambiará a rosa, turquesa, morado y otros colores históricamente atribuidos a la virtuosa piel del camaleón. Hay escasos disfraces en el armario del reptil, uno para cada uno de los estados de ánimo de este vertebrado de sangre fría que se defiende con agresividad.
Un macho que pretenda seducir a una hembra grávida tendrá que salir ileso de la danza encabritada que inicia ella, vestida con piel negra y lunares amarillos avanza describiendo círculos con los brazos extendidos y la boca abierta para bufar o morder.
Si lo que encuentra el macho es otro macho más grande o emparejado, la lucha puede ser a muerte. Uno frente a otro se retarán a duelo mientras describen un círculo cada vez más estrecho. El perdedor desaparecerá en color marrón oscuro casi negro, con heridas profundas en el cuerpo, rotura o pérdida de extremidades, mientras que el macho dominante lucirá un tono verde intenso con manchas difuminadas.
Durante la mayor parte del tiempo en el que están activo, las hembras y los machos llevarán puesto el traje común: verde y marrón con líneas y manchas amarillas, el más eficaz a la hora de salir de caza. Durante el periodo de menor insolación -enero y febrero- el reptil se esconde o entierra para guardar la energía, para ello, se vestirá de marrón.
Tras leer lo de A Coruña he dejado de leer. Si escribe en español ponga La Coruña.